Actualmente, la forma de escuchar de la mayoría de los públicos está condicionada por una apatía cultural. Lo que comenzó siendo un alimento para el espíritu de todas las sociedades, el arte de la música, hoy en día se haya limitado a un círculo reducido de audiencia; mientras que la "música" que producen los comerciantes, y que consumen las mayorías, se ha vuelto un excitante, una droga que a mayor volumen, mejor aturde. Su función ha quedado limitada a sonorizar un ambiente y a sobrestimular al público para condicionar sus respuestas a un consumismo inconsciente, inmediato y frenético.
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